En una instancia informal del bar “la Paleta”, de la zona empedrada de las Peñas (uno de los barrios más antiguos de Guayaquil) tuvimos la oportunidad de charlar con amigos de algunos de los artistas locales de la residencia. Particularmente me llamo la atención de un guayaquileño que tenía formación en diseñador gráfico, estudio algún tiempo arte (en función de “desahogarse” [en sus palabras]) y actualmente se dedica a la agricultura. El mismo comentaba de algunos trabajos de una suerte de graffiti “realizado solo con texto” (que no responde a la estética hegemónica del graffiti guiada por iconografía publicitaria de la industria de la pintura sintética embasada) en edificios próximos a ser demolidos en Samborondón, trabajos de los que no tenia registro, y por tanto no habían sido comprimidos como obras de arte. A su vez comentaba de su intervención como agricultor en un intento de modificación de la política de la regeneración para con una reserva perteneciente al Malecón del Salado, al noroeste de la ciudad. Según comentaba durante esta gestión de gobierno se pretendió intervenir y “ordenar” la reserva, hecho que implicaba la modificación del espacio. Dada su profesión de agricultor consigue escribir una carta al ministerio de ambiente de Ecuador, por lo que se llega a un acuerdo de alterar demasiado la disposición natural del ambiente. En un momento hizo referencia a que esto podría ser una obra de arte, pero claramente se trata de una nomenclatura vinculada a su formación previa, anulable (con certeza) por el hecho de que actualmente solo se dedicaba a la agricultura. No por tratarse de una intervención específica y transformadora del medio ha de tratarse de en una obra.
NOTA al pie: Además se hablo del extraño fenómeno aislado de unas bandas de rock ecuatorianas estilo Pink Floyd, hecho que fue percibido con mucha curiosidad dado que no respondía a la habitual manera (prejuiciosa) de concebir la producción de un país cálido.
