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Sonido Bogotá / Amanda de la Garza. 19 octubre 2011


Radio Bogotá suena en los taxis, con una cumbia, un vallenato, salsa a todo volumen. Las calles producen un rumor, luego me acuerdo que todas las ciudades tiene ese sonido de calle, traslape de voces, acentos, tiempos, máquinas, automóviles, motocicletas, autobuses, rápido trajín de las urbes. Bogotá con los vendedores ambulantes de minutos a teléfonos celulares, donde la gente en lugar de decir “pásele, pásele” dicen y ofrecen otras cosas, como “a la orden”, “sí, señora”. Por ejemplo, Virginia Buitrón me regaló la frase de bonicebonicebonice, una frase escuchada en la calle y dicha por los vendedores ambulantes que venden raspados, o paletas congeladas de diferentes sabores. Pero es tal vez en la las plazas donde se congregan los habitantes de la ciudad donde el sonido se condensa, todo acontece al mismo tiempo. Me detengo a escuchar por un momento las conversaciones, la gente habla de la vida, de la ciudad, del país, del mundo, de la cotidianidad y esa verbalización de lo cotidiano genera discurso y cultura, pero además es sonido, ruido, secuencia, repetición, lo cual es parte del lenguaje, pero goza de autonomía signica. Es el rumor lo que queda y reverbera en aquellos que como extranjeros buscamos estar en la ciudad. Al mismo tiempo están las conversaciones de todos aquellos que viven en la calle, los indigentes que deambulan solitariamente o en pareja por la ciudad, cuyas conversaciones son como un eco incompresible e inconexo, con una lógica propia, la de la calle, la calle dura, con toda la suciedad y la furia, con sus dos vectores, la transparencia y la invisibilidad.

El sonido tiene la particularidad de producir una reminiscencia poderosa de los lugares. Yo me preguntó si cuando escuche las grabaciones que realicé de la calle, de las conversaciones entre nosotros podré recordar de manera precisa o vaga, los lugares y las cosas, los rostros y las horas, la vibración sonora y somática de una ciudad como Bogotá. O tal vez sólo existirá un recuerdo difuso que solamente podré reconstruir con los pedazos de recuerdos de otros, como los afiches recortados con los que trabaja Eric, otro de los residentes. Un mapa rehecho de fragmentos, despojos, retazos, reconstrucciones, figuraciones. A pesar de contar con este mini archivo sonoro, con una máquina que graba de manera precisa el golpe de viento sobre el micrófono, que logra distinguir y almacenar los tonos de voces, que consta de 4 canales, de tecnología japonesa de punta, con toda la imaginería de veracidad de la que precisa la tecnología, este archivo será única y exclusivamente una reconstrucción, o “Reconstrucción” como la película nórdica que tanto me gusta.

Les diré en unos meses qué resulta de una nueva escucha, qué de ese archivo pervive y se transforma en otra cosa: un poema, un ambiente, un recuerdo, un archivo muerto, o archivo muerte, un vago recuerdo de cómo sonaba Radio Bogotá un 19 de octubre de 2011.

Amanda de la Garza Mata

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