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CASA TOMADA, CASA COLONIZADA / Julia Dron

 

 

La casa no es un marco inocente, pero el reflejo de nuestros conflictos; el lugar de lo íntimo, tanto cuanto de lo inhóspito; un espacio de alienación que vela o esconde una saudade, una incapacidad para el pleno desdobramiento del ser- ahí (Iñaqui Avalos, arquitecto).

Estou comenzando a compreender, lancéi un dibujo a la piscina para apropiarme del agua, fimos música en el patio para apropiarnos de ese sitio, dibujé en uma mesita muito bonita de color branco y derramé tinta china accidentalmente para apropiarme de ese lugar, preguei un dibujo en la pared de nuestra cocina, tome fotografias de todas las plantas para apropiarme de todos los verdes, contemplé, contemplé, contemplé…

Un novo espacio nos acontece, una casa a la que apropiarse, encontrar un espacio de sitio, SITUARSE en los lugares.

A partir de estas ideas ocurrieron varios sucesos que me hicieron repensar esta residencia. El primer punto de unión y apropiación ante la dificultad de no poseer un lenguaje en común es el facer música, la conexión espontánea del canto y los sonidos, coordinar ritmos y melodías, escuchar los sonidos.

El sonido, carente de significado, como medio de sincronización y dinámica de nuestro hogar. Yo emito un sonido, tú me respondes, yo te miro, bailo y tú respondes. Yo te enseño una nueva palabra y tú otra. Un trueque colectivo y naturalizado. Escucho tu música y entiendo, comprendo. Yo pruebo tu comida y sonrío. La madeja poco a poco va trenzando y entrelazando un lenguaje en común. Algo que nos está siendo propio.

Ayer a la noite volvimos a la casa luego de una fiesta y encontramos la casa ordenada de otra manera, los muebles en otros sitios. Mavi, Juli y Leo habían cambiado la dinámica espacial. Ante nossa extrañeza, sin hallarnos adentro, nos fuimos saliendo de este espacio diferente y llegamos a situarnos todos en el patio reunidos en comunión. El patio (exterior) surgió como territorio común donde se gestaron los primeros sonidos de la música y así se fue construyendo nuestro lenguaje, fue nuestro espacio hallado para poder poner palabras a lo que estaba aconteciendo en esta residencia, poner las cartas sobre la mesa y entender un juego cotidiano. Preguntarnos: ¿qué facemos acá?; ¿por qué?; ¿qué sucede con nuestra metodología de trabajo?; ¿cuáles son los diálogos que nos dan respuesta a nuestra razón de hacer? Ya sea música, danza, trueque de palabras, gestos, dibujos, fotografías, videos, etc.

En el AFUERA, el patio hallamos sin planearlo un espacio de entendimiento, donde corre la cerveza, la música, los cigarros, los sonidos, los gestos, las palabras sin razón. Las frases van fundiéndose en una identidad colectiva ya nuestra, incorporada de lo que puede llegar a ser esta residencia, este proyecto en el que estamos involucrados y el buscar algunas respuestas.

A medida que pasa el tiempo, lo anárquico y caótico de algunas situaciones va tomando forma y como bola de nieve va creciendo en volumen de riquezas personales y grupales.

De a poco colonizamos esta casa tomada para que cada uno la pueda hacer propia, entendemos el afuera y lo que veníamos acarreando queda a un lado para poder recibir lo que acontece y poder producir sin límites estipulados. El límite no es aquello en lo que termina algo, sino aquello a partir de donde algo comienza a ser lo que es (comienza su esencia).

JULIA DRON. 23 de julio 2011

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