Visitar un museo de arte prehispánico es una de las experiencia de donde se puede sacar mucho jugo analítico, es tal vez demasiado fácil identificar la relación entre exhibición e ideología, la manera en que los museos intenta sustentar un discurso que pretender construir una identidad nacional, una relación con los orígenes como un gran relato. Ello aunado a la forma en que opera la museografía, nuevamente como recurso dramático (en México tenemos amplia experiencia en ello, el curador y museógrafo del discurso nacionalista proyectado internacionalmente, el señor Fernando Gamboa, es un excelso ejemplo de ello). El Museo Nacional de Antropología e Historia en la Ciudad de México es un ejemplo clarísimo de ello, de las formas anquilosadas de representación de una cultura y de un país. Sin embargo, ayer en la visita al Museo del Oro me sorprendió positivamente la museografía. El recorrido propone una visión que se descentra del discurso meramente arqueológico, para proponer una explicación contextual de los objetos utilitarios y rituales, la orfebrería en oro, como elemento fundamental de la cultura prehispánica en la región andina. Además de incorporar a los objetos dentro de la cosmogonía prehispánica. Todo el aparato museográfico está sumamente cuidado, desde las vitrinas, los colores, la iluminación, la disposición de los objetos. Con ello, no obstante, se produce una estetización que deja de sugerir un fin meramente didáctico al público visitante del museo sino que refuerza la visita al museo como un gozo visual (con todas las contradicciones que ello entraña en términos del cuestionamiento a lo retiniano). Se agradece también un ejercicio de depuración de los objetos presentados, fichas de sala y de objeto claras y sucintas, en donde no se pretende una explicación cientificista, obsesionada en la datación y en la acumulación, apilación de los objetos, el patrimonio medido a través de la cantidad. Un elemento que me sorprendió fue el recurso gráfico usado para mostrar la forma en que eran portados los ajuares de los gobernantes, se realiza de manera sugerida, es una abstracción de un cuerpo humano, lo cual ofrece una representación que intenta no repetir al cúmulo de representaciones masificadas de lo prehispánico, o como en el caso del museo de Antropología e Historia como maniquíes petrificados, historia hecha de un estereotipo monolítico, catatónico, una historia de maniquíes.
Me ha hecho tan feliz presenciar el fin de la era de los maniquíes… que venga el advenimiento de las sombras.