Hace un rato pasé la frontera entre Chile y Argentina. El paisaje es cada vez más familiar, el dÃa brillante y sin viento, los lagos espejando las montañas y sus bosques. Hay gente en sus orillas pasando el dÃa, me doy cuenta que es domingo. Mi cuerpo regresa pero mi mente sigue en Villa Alegre. Cuando llego, hay mucho para contar pero necesito dormir. Me despierto sobresaltada y no entiendo en qué parte de la Casona Solariega me quedé dormida.