“…Yo al mate lo tomo bien caliente, pero dulce. Con mi madre lo tomábamos todo el dÃa.
Le agregamos bastante azúcar, no sé, hierbas, menta, hasta aguardiente…†No recuerdo ahora qué más me dijo mi compañero de viaje, de unos sesenta años, que se sumó a mitad de camino. Ah, sÃ, también me dijo: “PodrÃamos tomar algo en la estaciónâ€.
No pude dormir en el viaje: el “Coro de Ãngeles†comenzó con su repertorio de canciones a las siete de la mañana y no se detuvo hasta que llegamos a Infiernillo, estación González BastÃas, parada obligada del tren en el trayecto Talca-Constitución. Según el cartel que allà se encuentra: “Es reconocida también por la tradicional venta de tortillas y huevos duros a los pasajeros por las venterasâ€. Al llegar a destino, vi a mi pÃcaro compañero de viaje ayudar a su mujer que cargaba con miles de bolsos…
No sé si me ha influenciado más de la cuenta la trama de la pelÃcula de terror, con tantas muertes por accidente, pero la impresión que me dejó Constitución, tiene mucho de esto.
El mar bellÃsimo mira a una pastera: CONAMA, asà me dijo el otro dÃa la Señora Basilia RodrÃguez, de Villa Alegre, que se llama. Despide un humo amenazador, lo presiento asà por el tamaño espectacular del edificio.
Escombros y rastros del terremoto que asoló con fuerza hace ya un año, son parte del paisaje. Se le suman los carteles de “en venta†y señales de precaución. Cerca del hito turÃstico de Constitución, una extraña piedra con rendija a modo de ventana, se ven aves muertas, un lobo marino en descomposición, tumbas, olores hediondos en arenas y algas negras. ¡Uf! Estuve muy sugestionada.
Según Mónica, amiga de la Casona, los cuerpos llegan a la orilla como resabios de aquel terremoto. “El mar sigue llevándolos aún hoy hasta la orilla!†me dijo. Según Basilia, la pastera despidió cantidades importantes de tóxicos a raÃz de la catástrofe.
Por suerte aquella impresión se disipó luego del almuerzo comunitario. Salió el sol, y las familias llenaron las playas de los balnearios.