La llegada vino para mí con un cúmulo pesado de sensaciones enmarañadas. No me soltaron la espalda el cansancio, los pendientes, los irresueltos y los irresolubles, la dificultad para abrirle un paréntesis al cotidiano, las ansiedades. Me trajo la vorágine. Cuando pude ir aflojando el ovillo llegó el contacto a primera vista. La sospecha de los hilos posibles para un tejido futuro, detrás de los lugares comunes del primer encuentro. La conformación paulatina del grupo, las sombras primeras hasta descubrir a las personas en su esencia, la luz que va entrando al cuarto lleno de ideas. El rollo propio se deshace en el conjunto. Luego el introito y, con él, la satisfacción de reconocer valores que a esta altura ya me resultan inquebrantables. Compartir miradas, atender desafíos, fascinarse con la idea. El recuerdo de otros tiempos de construcción colectiva. La melancolía de pensar qué habrá sido de lo que hicimos con otros otros. Recordar amigos del camino. La alegría de saber que la construcción sigue. La convicción de lo elegido. La expectativa de un entramado posible. Al cierre, la foto colectiva. Esto somos hoy. Aquí estamos. Apuesto a que volveremos transformados. Si nos dejamos. Día uno.

12 Feb este post fue publicado el February 12, 2014 at 8:55 pm. bajo la categoría Post de los Residentes y con los tags (etiquetas) Introito, María Valeria Pertovt. Agendalo con este permalink. sigue los comentarios a este post a traves de RSS.