Salir de Montevideo fue fácil, la señalización de la ciudad es bastante clara y el recorrido en bus fue tranquilo para llegar a Tres Cruces, la terminal. A pesar de la espera para poder tomar el ómnibus, el viaje a La Pedrera fue relajado, tal vez porque mi cansancio hacia notorias las ganas de dormir y de llegar. Las pocas veces que abrí los ojos disfruté de un paisaje bonito y un gran atardecer que hubiera querido ver y resistir, pero mi cansancio no dejaba, los ojos vencieron al cerrarse.
Fue gracioso que al arribar a La Pedrera dos chicos venían conmigo, uno de Argentina y otra de Paraguay, mi memoria para los nombres la primera vez es un fracaso, así que disculpas anticipadas para ellos si leen esto, sin embargo nos conocimos fue hasta el momento de salir del ómnibus.
Al llegar saludé a algunas personas y finalmente conocí a Ilze y a Jorge. Hablamos un rato con los demás residentes y finalmente compartimos la cena, un plato de polenta con salsa, al cual un chileno le dijo ‘arepa molida’ y sí de hecho es como una arepa molida, aunque estaba bien no pude comer, realmente estaba lleno del platón de pasta que comí en Montevideo al almuerzo.
Hoy trasnocharé terminando el portafolio que no completé ni en Bogotá, ni en Buenos Aires.
Mayo 15, 2013 – La Pedrera, Uruguay /Andrés Suárez Rivera.