La imagen es la parte más persistente del objeto. Un objeto termina de constituirse en la forma en que permanece en la memoria; en la forma que ésta lo retiene; y en cómo sus connotaciones educan el hábito y la costumbre, obligando a los sujetos a desearlo siempre presente. De esta manera, el objeto lucha contra su ausencia y su falla.
Ahí, en esa disputa, el diseño industrial vence al arte contemporáneo tantas veces. Porque el diseño unifica su uso y sus connotaciones simbólicas. Su triunfo es la funcionalidad y la persistencia del sistema de la moda, las sucesivas oleadas del vintage y la reiteración de sus gestos.
El arte, en su afán de significar varias cosas a la vez -o de significar lo mismo en varios planos de significación- deja la retaguardia descubierta: desestima la importancia del lugar desde donde enuncia, de ese lugar que muchas veces hemos convertido en cosa.
A esto, agreguemos que el arte contemporáneo viene huyendo del objeto hacia los procesos y los vínculos. Entonces es derrotado nuevamente. Esta vez, porque la memoria traiciona sistemáticamente todo lo que no se aferra a un objeto.
La memoria traiciona a la Historia leyéndola desde la cultura contingente, afirmándose como su consecuencia inevitable. Afirmando su certeza en la unificación de lo otro y en la unificación de su pasado; en su lectura justificante.
Celeste Martínez trabaja en formar una relación entre la significación múltiple del arte con la persistente connotación del objeto como si estuviera tratando de envasar un perfume; imprimiendo la imagen sobre el uso y desnaturalizando a ambas. La imagen y el uso.
Maladie es el modo en que es llevado a cabo, a través de objetos, un procedimiento de extrañamiento no violento.
Las imágenes son extraídas del contexto de codificación que permite su lectura y escritura -de su historia- quedando exorcizadas de sus significaciones. Y quedan como imágenes disponibles para afectar el hábito y la costumbre.
Gerardo Mosquera se preguntaba alguna vez sobre la relación entre lo afrocubano y las religiones africanas que lo constituyeron; de las sucesivas resignificaciones de esos códigos que iban transformándose; de las nociones y mitologías que se fueron olvidando. Integrándose.
Nosotros, aún más afuera de esas relaciones, sólo vemos en las imágenes sus restos formales y los codificamos lejos de ellos mismos. Somos extranjeros, como ellos, a su genealogía. Pero habitamos su contingencia. Allí se mezcla nuestra capacidad y nuestra ignorancia con las suyas.
Esto es afirmar que no podemos conocer más que aquello que somos capaces de reconocer de nosotros en lo otro. Pero en lo otro persiste una diferencia. Está ahí, disponible, para ser encontrada; si la curiosidad y la intriga nos mueven a ello.
Maladie es un síndrome. Un síndrome que utiliza las eficiencias del diseño y del arte contemporáneo. Sincronizándolos. El resto queda liberado, flotante.
Volvamos a las eficiencias.
Los objetos cotidianos son afectados y evaluados desde nociones diversas de belleza y funcionalidad. Eso es Diseño. Los objetos están disponibles para ser significados, para excederse en la memoria que los hace persistentes. Sobre esos vínculos posibles ocurre el Arte. Ese es su campo de acción.
Las imágenes, por cierto, apelan a ciertos códigos del espectador. Códigos de los que conoce y utiliza sólo el rango que las vuelve eficientes. La lectura es un ejercicio activo de ignorancia, de obstrucción, de ocultamiento.
Los códigos -desde Capitalismo y Esquizofrenia (Gilles Deleuze)- han quedado asentados como irrelevantes para la circulación y visibilidad en beneficio del sistema de circulación, de la economía (financiera y simbólica). El Sistema de la Moda (Roland Barthes) combinado con La Sociedad del Espectáculo (Guy Debord) explicitan el traslado de la importancia: del contenido a la continuidad de la emisión y a la reiteración como única forma posible de trascendentalidad.
Entonces, ¿qué es lo que porta una imagen? ¿Qué es lo que porta un objeto? Transportan una excusa. Una excusa para convertir en acción la lectura, el deseo, el consumo. Una excusa para que el sujeto pueda novelar su necesidad de sentido; para que se agregue y adjetive el status quo; o para que lo ponga a prueba en discordancia.
Comodidad y disidencia. El objeto actúa de manera ideológica, dirá Slavoj Žižek. El sujeto es un objeto fisurado, dirá Jacques Lacan. Todo sujeto es, a primera vista, un objeto que debe demostrarse como sujeto. Todo el problema está puesto a prueba cada vez que, como sujetos, accedemos al objeto.
Todo el problema está puesto a prueba cuando los sujetos construimos una ética, una moral, una normativa para constituirnos y sustentarnos frente a la necesidad y el deseo. Para circular en un sistema -afortunadamente- indiferente.
Los objetos Maladie contienen, silenciosamente, un diagnóstico del sistema de arte. No necesitas explicitar más. Todo el resto está en lo que puedas hacer con ellos. Lo que quieras hacer con ellos.
Jorge Sepúlveda T. Curador Independiente |
Ilze Petroni Investigadora de Arte |
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