MERCANCIA // mi cuerpo es mi plataforma.

Cuando pensaba hace algún tiempo sobre la proliferación de la performance, las acciones de arte y la intervención urbana en Sudamerica llegué a una mínima afirmación: El arte sudamericano recurre al único material que tiene siempre a la mano: el cuerpo, su propio cuerpo disponible y dispuesto. Esta situación es, a la vez, decisión y única alternativa, es libertad y obligación. El arte sudamericano es empobrecido por su difícil relación con el mercado y exigido indebidamente por las instituciones discursivas (sudamericanas) que aún requieren tener un objeto de estudio objetuado. Finalmente todo el problema es un problema de economía/eficiencia de los materiales para la oferta de los enunciados.

En eso estaba cuando conocí la obra de Luis Guerra. Una especificación de este problema que requería hipótesis especificadas. Desde la presentación de su tesis hasta A la Life esta seguidilla de obras coincide con lo que he llamado anteriormente “arte del procedimiento”: un arte que realiza acciones que no suplantan la realidad por la narración o representación de la realidad, si no que son por si mismas realidad coordinada y exacerbada que luego, si es que queremos y nos alcanza el tiempo, pueden ser re-editadas o reconstruidas por la ficción narrativa del discurso o del objeto de arte.

Los riesgos de esta estrategia de arte son múltiples, pero sus rendimientos también lo son:

– la autoridad del autor/artista se desautoriza ante los ojos de los lectores de obras.
– La equivalencia de la realidad propuesta con la realidad circundante hace imprescindible el criterio y la discriminación.
– Las consecuencias deben ser siempre recuperadas e integradas en una suerte de experiencia de obra/experienciamiento de obra.

    MERCANCIA es, entonces, una exposición paradigmática en esta investigación: el cuerpo es la obra, su ejercicio es la obra, su lugar y su representación/construcción social es la obra. Todo lugar donde mi cuerpo se halle es, a la vez, contexto y escenografía. Toda acción, casual o causal, es acción de arte. Todo gesto es indicio y lectura. El cuerpo y su lugar es el resumen y el inicio de toda la cultura que existe.Y Guerra adjetiva esta proposición megalomaniaca con un gesto significativo: el comercio sexual. Además (a pesar) de su capacidad simbólica el cuerpo nunca deja de ser un objeto, un objeto regido por la física, la química y la economía, afectado por la oferta, su deseabilidad, su diferenciación, su fecha de vencimiento, su intercambiabilidad por otro(s).

    La prostitución está siempre a mano por que el cuerpo es el último capital del sujeto/individuo, el último bien al que podemos recurrir, la ultima posesión que podemos transar/hipotecar/liquidar. El ejercicio de la prostitución y el ejercicio del arte tienen a lo menos un punto en común: sólo existen en la relación que puede establecerse entre objetos. Objetos especializados sindicados para estos fines, apropiadamente mediados para estos fines. Mecánica de objetos que deben ser deseados para acceder a ellos: el objeto deseado exige un saber práctico que navaja el saber teórico y lo empuja y lo acciona.

    MERCANCIA es todo eso: objetos en interacción que solicitan relaciones, acciones coreográficas, escenografías que espectan/espectacularizan, signos que pretenden delimitar y provocar enlaces de lectura y criterios de comprensión, inteligencia devenida ubicuidad.

    En resumen, MERCANCIA es un cuerpo-artista a la venta hasta agotar stock.

    Jorge Sepúlveda T.
    Mayo 2006

    MERCANCIA
    Luis Guerra
    09 al 27 de Mayo 2006
    Museo Benjamín Vicuña Mackenna
    Curatoría: Jorge Sepúlveda T.

    Colaboran:
    http://www.jackpoishow.com/
    – Curatoría Forense // www.curatoriaforense.net/
    – Museo Benjamin Vicuña Mackenna //
    http://www.dibam.cl/subdirec_museos/mbm_mackenna/
    – Sepiensa // www.sepiensa.net
    – TRUJILLO // www.trujillo.cl
    – Gestion de Arte // www.gestiondearte.net

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  1. Al aludirse a la objetualidad exigida por las «instituciones discursivas», pienso que ello dice relación con la precariedad que también hace parte de ellas. En tal sentido, puede hablarse del déficit de las instituciones en lo que respecta a una política de circulación de obra. Déficit del rol de plataforma que podemos asociar a las instituciones, mismo que se haría particularmente patente frente a las exigencias de propuestas no objetuales.
    De acuerdo a lo anterior, puede interpretarse que las instituciones proceden a una práctica que pone de manifiesto y que también reproduce un cierto imaginario de la inestabilidad. Lo anterior se verificaría en el hecho de que la constatación de un excedente material de la producción artística, la conservación, la preservación y el atesoramiento de objetos (por provisional que ella sea) se convierten en la función y la retórica primordiales de las instituciones. Por lo tanto, en la relación al objeto y su lógica de lo visible, lo inmediato y lo legítimo, las instituciones se vinculan a la más convencional lógica del valor (valor objeto de arte) y así capitalizan de forma espontánea aquello que no tienen la habilidad de potenciar en y como el despliegue de una trama discursiva (valor conocimiento, valor interpretación). En tal caso, estaríamos ante la exacerbación fetichista del valor, correlativa a la extrema inmovilidad de los mecanismos de la producción de sentido. Asimismo, en la relación entre objetualidad e instituciones se pondría de manifiesto un cierre autárquico que pretende soslayar un afuera, por ahora imposible y vacío, circunscrito por la debilidad de las instancias de recepción y consumo, factor que estaría particularmente predispuesto por la carencia de las mediaciones discursivas. Al parecer las instituciones, dada su incapacidad de promover la constitución social y discursiva del valor de la producción artística, ofrecen la desesperada alternativa de blindar, proteger objetos frente a la intemperie. Entonces, las instituciones se asemejan a arcas y sus objetos a tesoros, y así estos últimos preservan su valor con independencia de cualquier apropiación-producción social del sentido.

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