Y entonces el colectivo me dejó en Morelia.
Un paso fugaz y maravillado por el DF, y ya andando las calles de la capital de Michoacán, me alcanzan para saber que México es todo o más de lo que esperaba.
Un país de tradición cultural milenaria como el hogar transitorio para un grupo de personas de varias latitudes, con diferentes raíces. Un lugar para anclar, para echar redes por unos días y tratar de abrazar algo de la riqueza que nos rodea.