Amanecimos en el calor tropical de Playa del Carmen, que tan bien nos trató durante una semana. Desde ahí iniciamos el viaje a Morelia, pasando por Ciudad de México. Viajamos todo el día, y por fin llegamos. Atrás quedaron el calor, el sol, las palmeras, y todos los estereotipos de la mexicanidad que puede haber.
Tras conocer a los compañerxs con los que compartiré estos próximos días nos fuimos a comer a un antro (y lo digo en sentido argentino), de lo más cálido. Cuando entramos ahí pensé “ahora sí, estoy en México”; hasta ese momento había estado en una postal turística, una escenografía (aunque debo admitir que ahí lo pasé de pelos) cazadora de turistas. Y cuando la banda empezó a tocar tonadas morelianas me pareció que era el mejor inicio para una residencia que se propone reflexionar sobre el arte contemporáneo y la tradición local.
Lucía Gentile.