La colección de los 9 bastones :: estructura del valor para el coleccionismo

Una vez, en una charla en Buenos Aires, escuché el siguiente relato: un hombre, coleccionista, había tomado una decisión. Su colección estaría siempre compuesta de solamente 9 bastones, cuando quisiera agregar uno nuevo debería desechar uno de los anteriores.

Esta historia simple, que es casi solamente el enunciado de una decisión, sirve para poner en discusión muchas de las nociones que tenemos sobre Museos, coleccionismo y estructuración de valor de la obra de arte.

Varios de los problemas que enfrentamos en Sudamérica sobre las colecciones nacen de la noción implícita de acumulación que tenemos de la creación de fondos patrimoniales contemporáneos. Esta noción nos coloca en la precaria situación del presupuesto determinando la capacidad de acción efectiva de negociación con la producción y el mercado.

Los costos de crear y administrar edificios institucionales (de convertirlos en una casa) para que resida la colección, como también de adquisición, mantención y restauración de las obras ya incluidas en la colección hacer parecer cualquier esfuerzo como desvalido. Esto aún sin considerar los costos de un equipo de trabajo acorde a la necesidad de manejar la colección, historizarla, confrontarla con las nuevas producciones de arte y nuevas adquisiciones que el director y/o el curador construyan como política de adquisiciones.

Aquellos problemas que, como este, podemos determinar como problemas estructurales de nuestro sistema de arte requieren soluciones drásticas que vuelvan a modelar las nociones que tenemos de nuestro trabajo. ¿Qué, de todo lo que hacemos, es efectivamente requerido por nuestros objetivos? ¿De qué manera estos objetivos son construcciones que pretendemos imponer a la realidad, generando con ellos la invalidación de nuestros esfuerzos?. Ambas preguntas tienen como trasfondo que la economía, la simbólica como la transaccional, son un antídoto a la neurosis.

En un contexto nacional restringido, en lo presupuestario tanto como en la estructuración de criterios evaluadores, es posible pensar que las colecciones y la producción de obras de arte pueden ser tratadas como intervenciones estratégicas únicamente. Es decir, se crea y se mantiene una colección orientada a fines explícitos, sean estos los que sean: pedagogía de las artes, intrusiones del imaginario artístico en el imaginario social y un largo etcétera.

El bloqueamiento de algunas escenas locales sudamericanas se debe precisamente a que se ha pretendido solucionar muchos problemas a la vez, generando expectativas que superan las capacidades, actuando paternalistamente con los agentes culturales y creando con ello la suposición errada de que es obligación de la institución resolver, de una vez por todas, las problemáticas económicas domesticas. Y en eso hemos sido poco inteligentes.

Las obras, como las colecciones, hay que construirlas desde las condiciones efectivas de nuestro contexto. Se puede pensar que actualmente la más efectiva estrategia estética, política y ética es restringir, por ejemplo, los fondos concursables y dejar de amparar producciones ineficaces por que no han sido capaces de establecer complicidades con actores fuera del sistema de arte. Esto obligaría a los agentes ineficientes a tomar decisiones cualitativas y de esa manera hacerse eficientes modificando sus estrategias en función de la pertinencia de su existencia.

O por otro lado, que la producción teórica dirima asuntos como la producción redundante mediante la contrastación de hipótesis de trabajo y de ese modo controlar las conductas inflacionarias del mercado del arte. Todo esto es un problema complejo porque está constituido por enlaces entre múltiples planos de ejercicio de las prácticas relacionadas al arte.

Pero el hilo por donde empieza la madeja es claro: el principal excedente de la producción cultural es el criterio, en tanto que capacidad de uso del valor. Aquellas instancias de producción de contenidos que no consideran este parámetro simplemente cojean, por eso la necesidad de una colección de tan solo 9 bastones.

Jorge Sepúlveda T.
Curador Independiente
Junio de 2008.

3 Responses

  1. Jorge : sin duda los agenciamientos por el lado Estado y otro privado, crean disposiciones ideologicas y pedagogicas para ambos mercados globalizantes en esta relacion de poder ….que queda apocalipticos o integrados en esta coleccion?
    Un abrazo

    Arturo: con el tiempo he llegado a la conclusión que los apocalipticos solo utilizan una estrategia de diferenciacion con los integrados. En rigor ya todos estamos bastante de acuerdo en como debe funcionar el sistema de arte, entre feria y bienal encuadernada por taschen. Esas son las condiciones del juego, al que no le gusta el futbol que se dedique al basketball. el resto debe iniciar estrategias de inserción politica de su produccion (artistica o discursiva). Jorge

  2. La analogía de » La coleccion de los nueve bastones» con la estructura del coleccionismo me parece clara e inteligente así como un bonito puente naif
    para realizar la narración.
    Leyendo como resumen, la creación de Espacios fFsicios En Permanente iIinerancia.,
    un aporte para nuestra realidad.

  3. Jorge, que interesante el “cuento del coleccionista de 9 bastones”. Soy arquitecto, tambien pinto y soy docente, con mis alumnos estamos proyectando y construyendo un pequeño museo en las islas frente a Rosario. El año pasado contruímos el lugar para la palabra, este año estamos por comenzar la construcción de uno/varios espacios (tal vez 9! ), para los objetos. Ver : Taller de Obra 2007 (Flickr) Saludos. . Pi Viu

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