219 fotos de desparecidos negadas a la mirada


[
imagen de Lilian Gutiérrez]

Pai! Afasta de mim esse cálice
Cálice. Chico Buarque y Gilberto Gil

La construcción de la memoria histórica está sujeta a operaciones políticas de encubrimiento y develación. El arte político participa de ambas, muchas veces en contra de su ideología manifiesta. Comentábamos hace unos días sobre las dos formas de desestimar un testimonio: demostrando que el testigo no estuvo en el lugar o demostrando que su lenguaje ha alcanzado una eficiencia que lo convierte en literatura de los hechos.

Las intervenciones de la memoria entonces tienen además del enemigo de la negación que es propia de los cómplices, un enemigo dentro suyo que son la forma en que trata su propia enunciación, los modos en que intenta hacer circular sus verdades y las maneras en que trata de grabar su memoria en la memoria de otros. Sus enemigos son su eficiencia simbólica, su voz exaltada y su inserción traumática.

Muchas veces la urgencia de su reivindicación lo hace actuar apresuradamente, panfletariamente, arrasando con ello la posibilidad de ser considerada como algo más que un grito o una consigna. Los espectadores la catalogan y la categorizan como parte de un discurso proselitista que está hecho para otros creyentes. Anulan con ello la profundidad emocional de su intento.

Hay que construir entonces modos más sutiles de «hacer ver» que se alejen de la univocidad publicitaria para, efectivamente, tornar presentes los cuerpos ausentes «desaparecidos- durante las dictaduras. Modos que operen desde la (re)adecuación y (re)significación de la función representativa del arte, de su calidad y cualidad referencial de ese otro presente, pero también de la construcción de un sentido ahora. El arte contemporáneo es también herramienta que colabora con la política en la construcción de nuestras posibilidades como sujetos.

Mónica Herrera realiza una operación visual/discursiva donde las imágenes recogidas del archivos de H.I.J.O.S (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio)- son la negación intencionada de «dejar ver» los rostros de los desaparecidos tucumanos para reduplicar el sentido de identidades borradas en tanto singularidades únicas e irrepetibles.

El gesto, entonces, es un modo de reconocer y poner en cuestión- que el dispositivo fotográfico bloquea siempre la realidad, muestra para ocultar. Funciona como un instrumento que narcotiza nuestros sentidos y modula la memoria.

El disciplinamiento de nuestra mirada es un modo de cancelar cualquier expresión política y el trabajo de Herrera es una acotación que busca de-volver a través del énfasis de la ausencia de la imagen- esa materialidad de los cuerpos ocluidos.

Pero más específicamente es la forma de dar cuenta de la imposibilidad de clausura o sutura ideológica de este período de la historia argentina reciente porque más allá de toda acción jurídica o simbólica- las heridas continúan abiertas. Son intransferibles siempre y, tal vez, imposibles de cerrar.


Ilze Petroni
Investigadora de Arte

Jorge Sepúlveda T.
Curador Independiente

219 fotos de desparecidos negadas a la mirada
Mónica Herrera.
Espacio de Arte Paréntesis.

Dirección Nacional de Vialidad
Avenida Mate de Luna 1.975
coordinación: Guillermo Stéfani.

3 Responses

  1. Este cuidadoso estudio realizado por Mónica Herrera reclama a los fotógrafos -como representantes de un modo de expresión artístico- asumir un compromiso cierto y acorde al presente ante » la literatura de hechos» que como testimonio exponen. El «borramiento de identidades -únicas e irrepetibles- » de los desaparecidos, deberían resignificarse hoy con otros mensajes como:
    1) Los nativos hoy, despojados de sus tierras.
    2) La producción artesanal barrida por una producción industrial, en serie.
    3) Anulación de la producción fabril para favorecer la importación de productos industrializados.
    4) Las arbitrariedades en las determinaciones limítrofes -cuando sin dudas- deberían defender nuestra soberanía en cielo, tierras y aguas.
    5) etc.

    Es necesario resignificar las representaciones gráficas del pasado con representaciones del hoy. Si no lo hacen brindan una anomidad que afirma el aparato político, diplomáticamente «bloquean la realidad», operan como artistas funcionales al aparato político que los rige. Todas las expresiones de arte deberían ofrecernos la posibilidad de repensar los pasos de los seres humanos como protagonistas del devenir histórico -que por supuesto siempre es cambiante-

  2. Si me preguntan ¿qué tanto creo haber modificado la vida de los familiares de las víctimas en particular o la de la sociedad en general después de mi obra? Diré: absolutamente NADA
    Estoy totalmente segura que el arte no revoluciona nada ni el artista tiene obligaciones socio-políticas que resolver: el mundo del arte es mucho más relativo y utilizarlo como denuncia pone en riesgo su “eficacia”. Son otros los lugares de denuncia: la comisaría, espacios de gobierno, la plaza…No el museo. Apostar a una obra para hacer denuncia, estetiza hechos que no merecen ser estetizados.
    Una vez escuché en una película una frase (sino clisé, le pega en el travesaño) pero que la retengo en mi memoria. “No es difícil saber donde está lo correcto. Lo difícil es saber donde está lo correcto y no hacerlo”…y yo agregaría: “¡aun sabiendo que no modifico nada!”
    Vuelvo a la cita de Reinaldo Laddaga sobre la “angustia del poeta vigoroso” la necesidad del aporte, de ser uno el autor del quiebre…en lo personal creo que ese es un sentimiento moderno. Creo también que existen temas que modifican el recorrido de la historia: la década del 70 en Argentina (¡y en Tucumán!) fue uno de ellos. Ni puedo no verlo ni puedo sentir que cambio nada…pero no puedo no señalarlo desde el único lugar que me siento capaz de hacerlo: el arte.
    Por supuesto que apuesto al segundo de genuina franqueza (valga la redundancia) personal y del espectador, y agradezco a quienes entienden y apoyan mi postura. Creo en esa escala de modificaciones, en el microcosmos de la subjetividad. Las reparaciones de la historia tienen una obligación más visible para ser medianamente eficaces. Los juicios orales y públicos son herramientas eficaces de justicia. Repito: En mi opinión, el arte está en otro nivel más intimista. Ojalá, ¡sí! Más amable.

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