La problemática que yo encuentro es la de salir de los limites y romper esos esquemas que hasta hoy una como educadora encuentra. Estamos muy acostumbrados a seguir un sistema, un sistema que a nosotros mismos nos aplicaron al ser unos niños, y salirnos de él puede ser lo más difícil. Una vez que una se da cuenta de que el sistema marcado es deficiente, lo necesario es cambiarlo. Pienso que si al alumno no le gusta alguna asignatura no es simplemente por él o sus capacidades, sino que el papel del educador puede estar fallando. Una tiene que encontrar formas más eficaces y divertidas para que los alumnos entiendan y lleguen a apreciar la materia.
Esto me lleva a pensar en un sistema activo de enseñanza; un sistema que pueda darle al niño las herramientas para comprender y que no le disguste el rol que la escuela tiene en su vida. Se le tiene que sacar de esa cápsula a la que se les acostumbra a estar cuando entran a la escuela; eliminar hasta donde se pueda esa “libertad” condicionada en el aula. Es ese mismo entorno el que puede modificar o alterar el sentir de los alumnos. Si ellos se sienten en un estado de confianza, entendimiento y comprensión del docente hacia los alumnos, se refleja ese comportamiento; así como si al niño se le reprime en ese ambiente educativo, se podrían sentir incómodos y, en muchos de los casos, se comportamiento puede llegar a ser agresivo.
Una problemática que yo aún no logro resolver en mis interacciones con los alumnos es la de entregarles esa libertad no condicionada para que elijan lo que quieran ver en la clase. Yo trato de impartirles una clase más dinámica y menos tediosa para ellos, pero hay ocasiones en las que me veo en la posición de no ver una disciplina en ellos y su rendimiento en la clase puede bajar. Quisiera encontrar esa forma activa de que ellos puedan disfrutar de todas las partes de la clase, desde la dinámica de tocar el piano, hasta querer practicar por su cuenta la tarea.
