Leer el balance 2006[1] presentado por el Artes y Letras de El Mercurio me hace recordar lo que propuse hace un tiempo de «argumento argumentable«, es decir, aquellos juicios que han eliminado la resistencia propia que tiene el lenguaje cotidiano y el pensamiento «de sentido común» para recibirlos. Esas declaraciones ante las que los lectores asienten y sonríen.
¿Como así? Los próceres consultados por los periodistas en realidad están enunciando respuestas a problemas que ya no incomodan y que no tienen efectividad en la toma de decisiones de un sistema ya suficientemente consolidado. O sea es un reportaje INOCUO para opiniones del mismo tipo. Estas respuestas además solo consolidan su autoimagen requerida para las negociaciones necesarias en circuito chileno de arte.
Vamos por los ejemplos: el non plus ultra de este fenómeno es Francisco Brugnoli quien se autonomina escandalosamente en todas las categorías (sus exposiciones, su restauración del museo) ¡es tan endogámico que ya sólo se vincula consigo mismo![2].
Están también los que mencionan la exposición de Parra Gastón Soublette da la pauta: [la exposición] puede ser buena o mala, pero no hay duda de que es el testimonio de un hombre que ve el mundo de una manera absolutamente insólita e inédita dentro del aburrido acontecer nacional. o sea se compró la estrategia de branding de Parra así no más, sin masticarla. O la exposición de Alfredo Jaar suena ignorante no mencionarla pero en rigor mencionarla no es más que recalcar el anterior silencio sobre su obra, su total exclusión.
Mención especial merecen los comentarios obvios como una muralla, pero que implican una incapacidad de análisis de las consecuencias (además de un desconocimiento y falta de lectura). Verbigracia: Delfina Guzmán dice que lo bueno es que se haya aumentado los fondos de Fondart como si eso fuera bueno por si mismo[3]. O el ambigüable comentario de Guillermo Machuca cuando dice “En otras partes de América Latina se asombran de que tengamos aquí algo como el Fondartâ€, esto podría significar muchas cosas.
Descubrir la pólvora también es posible (y acotar que el mundo es redondo para complementar) cuando se dice, por ejemplo, que las iniciativas culturales o megaeventos “que hacen mucho ruido y dejan poco†como señala Carlos Aldunate. Cualquiera que tiene algo de criterio sabe que no es lo mismo pret-a-porté que alta costura, como también alguien medianamente vinculado a la cultura sabe que hay arte y artesanías. La única forma en que se puede rescatar este comentario es como un indicio que las actuales prioridades generan una falsa sensación de “preocupación por la culturaâ€, un sucedáneo de baja calidad pero efectista… ¿alguien en Chile no lo sabía?[4].
Todos estos ejemplos los coloco para graficar el punto que viene a continuación: el sistema del arte chileno, como subproducto de la cultura nacional, es un sistema que se invalida a sí mismo en su incapacidad crítica.
A grandes rasgos podemos pensar dos modelos para el funcionamiento de un sistema:
– El sistema condiciona los individuos que pueden actuar eficientemente dentro de él, descartando a quienes no actúan dentro de los rangos que define.
– El sistema es la sucesión de una serie de decisiones coincidentes, decisiones que toman libremente los individuos (de manera no concertada) pero que constituye normatividad.
El sistema del arte chileno podría ser una recursividad de ambas formas, es decir, una produce a la otra y luego se reproduce a si misma. ¿Y por que lo menciono? Por que si ven el criterio de corte de los entrevistados es su condición de actores culturales, que deben ser evaluados públicamente como individuos capaces que son consultados y contratados para que el sistema pueda funcionar: ellos tienen un grado de incidencia en las acciones que están categorizando en este artículo.
La imagen que actúa como objetivo para la construcción de las políticas culturales chilenas pasa, en diversos grados, por sus concepciones y su capacidad para proponer soluciones eficientes modificadoras del status quo. Entonces cuando juzgan los hechos se juzgan a si mismos.
El caso particularmente llamativo es el de Guillermo Machuca, que paso a analizar, él dice tres cosas:
– Lo mejor: mantenimiento de distintos tipos de financiamiento público para la producción de arte.
– Lo peor: Sobrepoblación de proyectos que no están a la altura del esfuerzo que realiza el Estado que, a su vez, produce artistas inofensivos.
– Lo sobrevalorado: la auto-sobre-valoración de los llamados artistas emergentes.
El asunto es que Machuca se pierde en una rencilla con la imaginación que los artistas tienen de si mismos… ¿importa realmente lo que un artista piensa o discursea de su labor? Importa que el artista sea capaz de hacer obra, darle visibilidad y relacionarse con un equipo de trabajo que, ellos si, sean capaces de establecer una valoración de su obra en relación con su contexto (si es que la obra vale la pena este esfuerzo).
Lo que no alcanzó a decir, o aún no ha descubierto, es que los tres puntos que menciona pueden ser parte de un mismo mecanismo: el financiamiento no produce criterio de evaluación y los artistas se inflacionan. El mecanismo subyacente a éste es el mismo de siempre: en el arte chileno no hay espacio para la crítica, las obras deben ser gentiles para con sus padrinos, para con las instituciones que los albergan y los financian, para con todos a aquellos de los que, alguna vez, pueden necesitar en sus negociaciones para triunfar en este pequeño reducto.
En la película Madagascar de Estudios Disney unos animales de zoológico[5] logran escapar de su reclusión y aparecen en la selva, los lemures, cuya primera reacción es huir de estos animales salvajes rápidamente se dan cuenta de su inoperancia práctica y los denominan “los Mansitosâ€. El asunto es que el sistema de arte chileno cuando vence arrasa, crea zonas de ambiente controlado que defuncionaliza el trabajo de imaginario artístico y hace olvidar la impunidad de trabajo con la que pueden jugar los artistas en materias legales, morales y otras. O sea los convierte en mansitos[6], en incapaces de problematizar la realidad.
La ineficiencia y los costos (económicos y personales) de hacer ese otro arte que Machuca solicita lo hacen imposible, ya que no tiene lugar de exposición ni catálogo, no le toca ninguna cara de La Moneda. Arte que, además, no tendrá influencia en opinantes que no son capaces de ocupar las evidencias como indicios para las herramientas de análisis de la realidad, sacar conclusiones y ocupar sus medios (comunicacionales) y sus puestos para implementar proposiciones que superen el titular efectista. Como lo demuestra el artículo en cuestión.
Jorge Sepúlveda T.
Curador Independiente
Enero 2006.
NOTAS
- [1] (“lo mejor, lo peor y lo sobrevaloradoâ€, El Mercurio, 31 diciembre 2006)
- [2] le comento esto a una amiga y me dice “un candado chino en el arteâ€â€¦ obviamente no puedo resistir la tentación de citarla.
- [3] Estas suposiciones han sido suficientemente descritas y analizadas en mi anterior articulo Industrias Culturales: Estado de Resultados
- [4] ¿Lo sabe el Consejo Nacional de la Cultura?
- [5] Los animales son un León Farandulero, una Cebra Comediante, una Hipopótamo con delirios de bailarina y una Jirafa Hipocondríaca. ¡Mira tú!
- [6] O en la otra versión de lo mismo: el rebelde caprichoso inconstante que sólo busca llamar la atención sobre si mismo a la espera que alguien lo valide.
5 Responses
gueeeeennnaa al fin!!!!
Delfina será la próxima ministra de cultura en el gobierno de su hijo, es decir, ya no tendrá que ser un padre o madre presidente para que un hijo sea ministro, y además continuar la tradición concertacionista inaugurada de poner a actores en cargos públicos, pensando que «actuarán» bien, o que, justamente, representarán un papel que no son ellos… mentirán hasta hacernos creer que es verdad…
El sucesor logico de Paulina “Sor Teresa de las Artes†Urrutia deberia ser Cristian «padre hurtado campos» no creen?
Qué decir Sr. Sepúlveda; de la Colonia al Latifundio, del Latifundio al Capitalismo que conocemos (conocemos?); no somos BANANEROS, pero bien podrÃamos llamarnos: Manzaneros, Tomateros, Salmoneros, Cebolleros o Kiwueros, que da lo mismo. Allà donde termina el mundo comienza Chile, una tierrosa isla autocomplaciente, infectada desafortunadamente de si mismo con artistas que no muerden la mano del que les da de comer. La torta es requete chica y el hambre demasiado grande… Viva Chile…
Que pena q estemos comentando el balance del mercurio, es insolito q sea el unico medio masivo q hable de nuestras artes (perdon se me olvida las ultimas noticias). No es que este articulo me parezca mal, si no que es inentendible que no existan otras revistas o medios que generen otro tipo de balances, q muestren «el otro lado de La Moneda», ¿cuantos alumnos de teoria salen cada año de la universidad? ¿que pasa con ellos?
nublado, no creo q varie a parcial
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