Hace unos meses he pensado en escribir un artículo sobre la cobertura que los medios de comunicación chilenos le dan a las actividades relacionadas con las artes visuales en Chile, pero me ha faltado tiempo para realizar una recopilación exhaustiva de material que permitiría evidenciar la concatenación de ejemplos prácticos que me han llevado a ponerles atención [1]. Sin embargo voy a tomar el riesgo de explicitar algunas hipótesis de trabajo en este artículo que publico ahora por la atingencia que tienen, según mi criterio, para el actual estado del arte en virtud de la construcción indispensable de visibilidad que estas obras requieren.
Para ello lo primero que hay que hacer es una Delimitación del objeto de estudio: Pienso en los medios masivos[2] de comunicación por que los medios, como revistas especializadas[3], tienen poca influencia (poca visibilidad) en el público no especializado.
¿Por qué establecer esta diferencia? Por que como he venido señalando en varios artículos anteriores por una parte, la construcción del imaginario artístico y del imaginario social se realiza en los grandes grupos sociales donde el arte contemporáneo chileno tiene una influencia muy pequeña en comparación con la publicidad y la producción de símbolos provenientes de los discursos predominantes (comúnmente globalizados).
Por otra parte, el público especializado tiene sus vicios producidos por las mismas razones que explican el anquilosamiento del sistema de arte en chile (incluyendo sus dispositivos de exposición e inscripción). Estos vicios van desde la incapacidad teórica de comprensión de las obras ajenas a sus pretensiones (políticas, pedagógicas, etc.) hasta la resistencia al afianzamiento de una política de riesgo de producción basada en el fenómeno que he llamado empobrecimiento del imaginario a partir de las políticas culturales (publicas y privadas).
Los medios seleccionados resultan complementarios en cuanto al universo que accede a esta información, el trabajo que realiza Carolina Lara en El Mercurio (ABC1 y segmento de toma de decisiones públicas y privadas) y Jazmín Lolas y Rodrigo Castillo en Las Ultimas Noticias (segmentos populares)[4].
Los criterios de publicación de las notas que realizan están mediados por el trabajo de editores no especialistas en artes visuales, no existiendo, a primera vista, un lineamiento programático de cobertura de obras y eventos. Sin embargo lo anterior, el trabajo ha sido inclusivo de espacios expositivos no tradicionales, acciones/intervenciones de arte realizadas en la vía pública y de excentricidades/anormalidades del circuito.
Los artículos están comúnmente construidos en dos tonos diferentes: el titular está redactado como un anzuelo casi sensacionalista, las bajadas, en general, solo acotan la ambigüedad del titular. El contenido del artículo esta redactado en un tono más pausado: una mezcla de descripción del entorno donde se ha realizado el montaje en el caso de las exposiciones y breves descripciones de las obras, y una serie de citas de las pretensiones explicitadas por el artista expositor. Los articulistas se han tomado el tiempo de entrevistar, a veces largamente, a cada uno de los artistas que mencionan.
El fenómeno que se produce en la redacción del artículo es una suerte de mediación de contenidos. Por una parte se realiza una interpretación de los enunciados recogidos de las obras expuestas mediante una síntesis significativa, por otra parte se construye una elaboración de sentido común que intenta relacionar los elementos diferenciadores que hay en la obra con aquello que es reconocible[5] por el espectador no especializado que accede a esta información desde una cultura general básica. Una suerte de Glosario Vernacular.
El articulista actúa entonces como un intermediario catalizador de sentido. Realiza una traducción de lenguaje que actúa en ambos sentidos: hacia el lector y hacia el artista. Al primero le muestra cómo puede acceder a la obra, le da un indicio de lectura. Al segundo le muestra cómo su obra puede ser accedida o está siendo accedida. Le da un primer feedback no académico ni mediado por una discriminación positiva[6].
Hasta aquí todo en este proceso parece ser beneficioso, sin embargo hay un fenómeno detrás de este ejercicio que no puede ser ignorado y es el que da titulo a este articulo. Hay una supresión de los matices a favor de los rasgos generales. Las obras de arte contemporáneo son, según postulo, acotaciones a la lógica del sentido común. Estas acotaciones pueden colaborar, dependiendo de la eficiencia de los signos elegidos y de la calidad de su ejecución/enunciación, colaborar en la forma en que la sociedad (y cada uno de sus individuos) comprende el ejercicio de la cultura, es decir, de sus conductas/ejercicios/predisposiciones y de las concepciones históricas, racionales y emocionales que están ocasionándolas.
Ahí es donde ocurre la invisibilidad de lo público: aquello que está disponible no puede ser accesado más que por su similitud con algo pre-existente, la información publicada del objeto/acción de arte actúa como un sucedáneo de su mensaje, de su proposición.
A su vez este hecho ocasiona un reconocimiento auto-complaciente del público en sus preconcepciones, las entienden fácilmente como ilustraciones de su moralidad (de su modo de morar). Este es un ejercicio inmóvil que, como las bicicletas fijas de los gimnasios o las huinchas sin-fin para trotar, son también sucedáneos: ejercitan músculos que nunca son requeridos de otra manera o para otros usos. A esto se le llama Tonificar, darles tono: forma y tamaño pero sin fuerza.
Yo levanto esta hipótesis: la univocidad del mensaje público, mediante la invisibilidad de la diferencia, ocasiona el estancamiento de lo privado. Incluso los comportamientos excéntricos que puedan surgir, por una subordinación de la norma/ley como producto del deseo exacerbado que consigue obviarlo momentáneamente, no tiene memoria porque no puede construir discurso, no puede ser argumentado.
Si las artes visuales contemporáneas pueden hacer algo todavía, algo más que ser objeto decorativo/escenográfico de una realidad que se reproduce a sí misma clonándose y autoafirmándose, es obligar al discurso predominante a comprender el carácter disruptivo de su accionar.
Jorge Sepúlveda T.
Curador Independiente
Julio de 2006.
NOTAS
[2] Las notas seleccionadas son: Las notas de Carolina Lara en El Mercurio y Las notas de Jazmín Lolas y Rodrigo Castillo en Las Últimas Noticias.
[3] Revista de Crítica Cultural, dirigida por Nelly Richard, o la versión revista de Arte al Límite, Dirigida por Ana María Mattey.
[4] No haré referencia a las columnas publicadas en La Nación (principalmente por Gonzalo León) debido al bajo tiraje de este diario (cercano a 15.000 ejemplares) pero principalmente por el estilo narrativo vivencial de su relato, hecho que amerita un análisis individual.
[5] Este fenómeno lo describiré extensamente en un articulo para una curatoría que realizo para Artenlinea.cl
[6] discriminación positiva que se ve reflejada por la posición social de la función del artista y por la conducta acostumbrada por la socialité en las inauguraciones.
2 Responses
Si bien debemos reconocer la necesidad de la existencia, precaria, de medios de comunicación que permitan una relación de «toma de conciencia» entre la cosa arte y la cosa sociedad, posiblemente el secreto de las dificultades, naturales a toda traducción, y más aún a traducciones hechas a la velocidad de la prensa, y leidas como tales: noticias, no hechos, ese secreto está tanteado al final del articulo de Sepulveda: «Si las artes visuales contemporáneas pueden hacer algo todavÃa, algo más que ser objeto decorativo/escenográfico de una realidad que se reproduce a sà misma clonándose y autoafirmándose, es obligar al discurso predominante a comprender el carácter disruptivo de su accionar.» La obligación está dada por una perdida, perdidad que es a la vez constancia de presencialidad, vale decir, la obra siempre acontece a posteriori de su condición de objeto. Ser la cosa que está ahà exhibida no supone meramente que la obra sea o trascienda su condición para constituirse intemporalidad disruptiva, quiero decir, un readymade sigue siendo disruptivo aún hoy, más aún hoy que el dÃa que fue hecho. Este tiempo perdido en la velocidad de la información, y la deflación de la comunicación y por tanto del lenguaje en tanto que materia y no especulación, genera que toda obra acontezca como relleno económico. No sabemos que sucederá con lo que hacemos, y en este no saber recuperamos aura e historia. El arte no es espectáculo, puede acontecer como tal pero no es, «una de estas cosas no es como las otras»… Por ello, la constante batalla que se mantiene en la angosta faja de tierra por los pocos espacios y los mÃnimos estadiso de reconocimiento público, léase ¡ a quién, a qué chileno le importa quién diablos sea el Premio nacional de Arte, y qué cambia con que sea este o el otro!!!!, es sólo la presentación del casamiento definitivo entre los nuevos artistas-gestores (que Mellado nominó curadores equivocadamente, sólo atendiendo a su fuero externo, es decir, NO POLITICO) los que buscan platas por cielo y tierra, no sólo para producir obra, loable acción de todo productor, sino que también los recursos para pagar las fianzas que puedan otorgarle entes-entidades en circuitos de prevalidación. Es decir, comprarse el tÃtulo de artista internacional cuesta una cantidad de dineros gestionados desde dentro del pequeño paÃs mágico que sigue estrangulándose adeudatoriamente mientras algunos de sus artistas alucinan con producir obras protopolÃticas, aún de mensaje cifrado, pero qué importa, ninguna persona, ningun chileno sabrá otra cosa de ellos sino a través de alguna noticia, mientras continúan su american idol personal reality…
El fuerte de la sección cultura de LUN, es justamente la amplia cabida que le da a las nuevas exposiciones que se realizan, por lo menos de los siete dÃas, cinco serán pa difundir las artes visuales, entrevistando a los exponentes o reseñando las obras…