El deseo de ver los objetos reiterados.

Este texto fue escrito para el catálogo de
«Donde Se juntan las aguas«, iniciativa de arte contemporáneo en Bariloche que expuso
en Barrio Joven Chandon, arteBA 2010.

Expusieron: Catalina Galdón, Lorraine Green, Nadia Guthmann, María Elena Machuca, Ingrid Roddick, Mercedes Schamber y Ruth Viegener

La única razón para evitar la moda es que sabemos, desde antes de su éxito, que vendrá su obsolescencia. Las escenas locales, los planes de inserción en el sistema del arte, las técnicas de éxito, visibilidad y venta que vemos funcionar en otros, pasarán inevitablemente al olvido seguidas y superadas (simbólicamente) por sus consecuencias. Esas consecuencias que no somos capaces de ver porque son el futuro posible de ese presente que aún intentamos que ocurra.

Esto, que para muchos es una cuestión teórica, no es más que la descripción del modelo en que confiamos para explicar lo que ocurre cotidianamente. Nosotros, que abandonamos (en los hechos) esa pretensión de trascendencia del objeto de arte moderno para arrojarnos en la serie de hechos artísticos que hoy llamamos contemporáneos.

Es la misma moda la que nos induce a creer que la única trascendencia posible es la reiteración. Ese deseo de encontrar, una y otra vez, esas cosas y esos hechos que organizan y dan sentido a todos los hechos y todos los objetos que los rodean. Unos irradian sentido a los otros.

Y es aquí donde es posible que nuestra decisión se vuelva relevante, política, económica y moralmente indispensable. Un objeto de arte puesto en circulación es una serie de decisiones convertidas en objeto: ¿por qué vivo en Bariloche?, ¿por qué escapé de la artesanía y del modelo de arte vigente?, ¿por qué convertí una imagen en una bomba de tiempo de sentido?. Para que fuera elegible por otro para completar su función, para que estableciera un vínculo.

Pero antes de dar por creíble un juicio podríamos intentar verificarlo: además de la moda, que aglomera síntomas y fenómenos bajo un nombre que los aglutina, las escenas locales son una sincronía especifica de estos síntomas… junto a la producción tardomoderna y contemporánea de sus artistas se deben dar capacidades de gestión y negociación de intereses políticos y económicos, para producir una coincidencia múltiple de intereses donde se estabilice el campo de trabajo, se reconozcan (aunque implicitamente) algunos liderazgos y se traslade el objetivo de la producción simbólica desde el monopolio de la representación identitaria hacia un sistema de negociación gramática con otros sistemas de significación. O sea, solo es posible cuando dejan de hablar de si mismos.

¿Ocurre esto en las escenas locales? No o casi nunca. El arte contemporáneo no es una cirugía de trasplante o de implementación de un programa. Es un ejercicio de comprensión extensiva y sintética de la forma en que somos atravesados por las culturas que están disponibles.

Hay lugares donde los conflictos de significación y simbolización han sido resueltos de otros modos y en otros campos de conocimiento, hay lugares donde directamente el arte contemporáneo no es necesario. Estos lugares han alcanzado la máxima eficiencia de las institucionalidad (su status quo) sin necesidad de nosotros.

Ocasionar entonces en esos lugares la complejización de las variables es desestabilizarlos momentáneamente, cosa que obviamente genera resistencia. Nuestro trabajo entonces es demostrar cómo la economía de las transacciones está en ambos lados de la balanza y que la diferencia que hace posible el artista contemporáneo y sus servicios asociados (curadores, galeristas y un largo etcétera) es la del enriquecimiento de las explicaciones de lo que estamos haciendo.

Lo que escuchamos recurrentemente es: Y si todo funciona bien ¿para que vamos a cambiarlo? O dicho de otro modo ¿conoces una institución que se revolucione a sí misma? Improbable pero no imposible, diría Vicente.

Es por eso que el trabajo de Lorraine y Mercedes ha sido el de articular obras y artistas para el cumplimiento de sus intereses (los de las obras y de los artistas) en conjunto con sus intereses (los de la construcción efectiva de la escena).

Entonces ocurre que las actividades que están facilitando son para perseguir y construir el objeto y el objetivo de su trabajo: una investigación y un emprendimiento (al modo de la prospección y la introspección) que hace aparecer en el mapa los signos y significados, junto con los modos de relación que habrá que construir con lo que recién hemos descubierto. Es su obstinada persistencia la que hace posible el arte contemporáneo en Bariloche.

Todo esto es un asunto de complicidad y confabulación para que el mundo no sólo sea bello si no que tenga sentido vivir en él. Artistas, gestores y coleccionistas escriben, sobre un entorno caótico, una organización de decisiones que podríamos llamar una novela. Una novela cuyo título bien podría ser El deseo de ver los objetos reiterados.

Jorge Sepúlveda T.
Curador Independiente

Bariloche 2009 – Córdoba 2010.

7 Responses

  1. Me pareció muy bueno este texto para el catálogo de Donde se juntan las aguas, a propósito de arteBA. Seguramente se podrá seguir indagando en varias de las puntas que abre, pero personalmente me quedé con la lectura de algunas de las relaciones que se establecieron entre arte contemporáneo-moda, que además me pareció una elección muy acertada.
    Recordé un texto de Jorge Lozano acerca de Georg Simmel, un sociólogo y filosófo que le dedicó gran parte de sus reflexiones al ámbito de la moda. El texto se titula Simmel: La moda, el atractivo formal del límite. El autor recurre además a la cita a otros tantos textos de Lotman, Benjamin, Adorno, Baudelaire, Baudrillard, etc y dichos de personalidades, entre ellos cita al aforismo de Coco Chanel, «moda es lo que pasa de moda». En ella está anunciándose también esa condición de prevista obsolescencia desde el mismo momento de producción, y esto también podría extrapolarse en algún sentido a ciertos modos del arte contemporáneo. Pero luego puede encontrarse también, en ambos espacios, esa situación «paradójica» esa tensión, entre el deseo de permanencia, de repetición y el atractivo que va tras la introducción de un cambio, una ruptura. Traigo nuevamente una cita de aquel texto al que hago alusión: «La cuestión de la moda no es ser o no ser, dirá Simmel, sino que ella es simultáneamente ser y no ser, se sitúa siempre en la división de las aguas entre el pasado y el futuro, proporcionándonos así mientras está en su apogeo un sentimiento de presente tan intenso como pocos fenómenos. «Aunque la culminación en cada momento de la conciencia social en el punto que ella designa, entraña también el germen de su muerte, su inevitable destino de ser sustituida, el carácter transitorio que esto implica no la descalifica en conjunto, sino más bien añade a sus atractivos uno más.»
    Creo que en estas situaciones «paradójicas» que atañen a la moda, en ciertos modos de percepción temporal que ella propone, pueden encontrarse una serie de interconexiones o ciertos entrecruzamientos con algunos de los efectos de sentidos disparados por determinadas producciones del arte contemporáneo.
    Saludos

  2. «Objetos reiterados…objetos reiterados…me suena, me suena!»
    Fue lo primero que pensé sin haberme concentrado demasiado en la lectura de este artículo… y claro! finalmente me cayó la ficha cuando pensé en la tradición local de mi provincia…y es que «repetirse a sí mismo» pareciera ser condición sine qua non de los productores modernos de Tucumán, por padecer lo que Reinaldo Laddaga llama «angustia del poeta vigoroso», (que si bien como el calificativo lo indica está referido al ámbito de la literatura, es perfectamente replicable a las artes visuales), en aquellos que («repito») se reiteran a si mismos sufren la angustia del compromiso local por profundizar en ellos mismos y aportar a la escena una cuota de particularismo salida de sí, y ser recordados por su eficacia irrepetible en otros. Finalmente no sucede ni lo uno ni lo otro.(Sobre todo con aquellos que nunca fueron maestros y siguen teniendo esa aspiración)
    La actitud pre- baudelaireana en una sociedad líquida, posmoderna, hace que la figura del maestro, termine repitiéndose en decadencia por malos reproductores (malos discipulos) que creyeron que replicarlo era el mayor acto de fidelidad y garantía de continuidad del aporte de aquel. Pues, no! sín desmerecer los aportes de los maestros de mi escena ni la tradición, la «réplica» como ejercicio de permanencia, termina por volverse en un elemento dañino para la tradición (porque se la intenta mostrar inamovible en contextos diferentes de cuando fueron creados) y para el arte actual en general; pues pedirle a los artistas jovenes que sólo hagan «memoria» sería pedirle a la escena nada más y nada menos que quedar fuera del circuito del arte a nivel nacional, y eso me parece un precio demasiado caro e injustificable(!!!).*
    En fin: 1) Los aportes son mucho más perentorios de lo que quisieramos…
    2) Insitir demasiado en uno mismo reduce demasiado la escala del mundo y salta a la vista (más tarde o más temprano) el «autodesgaste» inevitable de este tipo de estrategias…
    3) la novedad hoy, es tan gigantezaca como nuestro cuarto (que no es poco!)…
    4) no creo que el artista esté obligado a realizar aportes descollantes a tamaño precio. Aprender a traducir(se) es un ejercicio inevitable para quienes (sin creernos revolucionarios ni aportadores de nada) guardamos en el bolsillo chiquito un afecto mínimo al valor simbólico de la imagen, o al menos a la imagen (después de su (dis)valor….)

    *Todavía me cuesta entender porqué (sobre todo a partir de la genreación del ’80 en Tucuman a esta parte), pareciera ser imposible la convivencia de distintas posiciones ideológicas y estéticas, como si lo uno no pudiera sostenerse con la existencia del otro (¿)

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