Día 03. Límites y prohibiciones. Juan Carlos Jiménez. 17 de enero 2013

Hoy jueves 17 de enero me percato de 3 prohibiciones vigentes en Guayaquil en espacios “pretendidamente” públicos, y que de alguna manera se relacionan con parte de la vida (y la muerte) cultural de la ciudad, contexto indispensable para identificar aspectos que intervienen (flotando por el aire) la gestión de arte contemporáneo.

En el malecón, concesionado para su regeneración y funcionamiento optimizado, no se puede andar en bicicleta o patines. No se puede andar con poca ropa, acostarse en las bancas ni subir los pies a las bancas. Tampoco se puede tomar el sol. Y ojo: uno no se puede besar ni abrazar (ni con tantito fervor): nos cuentan que si placenteramente se hace, los guardias (que no son policías) a uno le llaman la atención e invitan a reformular la conducta.

Otra: al cementerio de la ciudad no se puede entrar libremente ni tomar fotografías. Administrado por la junta de beneficencia del hospital, el camposanto permaneció durante mucho tiempo cerrado, y ahora se encuentra abierto y rehabilitado. Es inmenso, da la vuelta a un pequeño cerro y reúne una gran cantidad de esculturas funerarias de magistral factura que, hasta donde nos dijeron, no son de manufactura local. Todas son importadas (de Francia y tal vez de otras latitudes) y pertenecen (o pertenecieron) a familias acomodadas. Y esto se nota: lo que hay ahí, además de nichos funerarios, nos son tumbas sino verdaderos monumentos. Pero ojo: aún la muerte sigue siendo privada (o privatizada) y reservada. ¿Por qué no darle reconocimiento a este lugar como patrimonio?

Y finalmente, en la Plaza Lagos no se pueden fotografiar las instalaciones. ¿Por qué? El policía no lo dijo. Buscaba sorprender a mis compañeras y compañeros de residencia en una escena bonita dentro de la plaza, pero la misma arquitectura con el juego de luces al anochecer me absorbió. La fuente, los lagos, la regularidad de las columnas, el ritmo de los pasillos. Y en un puente una voz: “joooooooven: no se pueden fotografiar las instalaciones.” ¿Instrucciones de seguridad para limitar el uso que el público pueda hacer de la imagen de la plaza, que es privada? Una foto casual con un celular de los comensales de un café es permitido –y en buena medida inevitable por parte de los elementos de seguridad. Pero un joven solo, con una cámara mediana, tomándose su tiempo para fotografiar la belleza de un edificio, eso… eso es demasiado.

Me queda para la memoria. El resto de ese día fue convivir con los asistentes a la reunión social en la galería NoMínimo y conversar. Mañana vienen ya las ideas mejor estructuradas.

This entry was published on January 17, 2013 at 1:36 am. It’s filed under Reportes de los Residentes and tagged , , , , , , , . Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

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